viernes, 3 de mayo de 2019

Amistad

Como siempre, re leí mis anotaciones. En la mayoría de ellas del último tiempo escribí: hoy fui feliz, pero feliz de verdad, salí con mis amigas, nos tomamos unas cositas y volví al departamento. Me siento plena, me siento completa. Y hace años no me sentía así.
Varias anotaciones se resumen a eso, deben ser al menos quince veces que escribí eso terminando el día.
Y ahora, sigo pensando y sintiendo lo mismo: que bonito es que existan, que bonito es mirar hacia el lado y ver a mis amigas, que bonito es que estén, y que bonitas son.
No puedo más que sentirme afortunada de tenerlas, no me imagino la vida sin ellas, no me imagino un día en mi vida sin conversar con alguna de ellas, ni tampoco me imagino que hubiera sido de mi sin ellas. Jamás podría parar de agradecerles, pero por ahora, nos agradecemos acompañándonos, queriéndonos y disfrutando de la juventud, porque pucha que es bacan.
Hace muchos meses vengo pensando sobre muchas cosas relacionadas con la amistad, y me costó mucho sentarme a escribirlas porque siento que exploto de ideas y no puedo ordenarlas, por eso quizás sea un poco desordenado esto. En mi libretita de anotaciones escribí muchas veces sobre esto, pero ahora siento que ya puedo canalizar la idea.
Hace unos años, varios en realidad, conocí a quién fue por muchos años mi mejor amigo (o eso creía yo). En el momento en que nos hicimos amigos, él había perdido a uno de sus grandes amigos, lo cual le acongojaba mucho y le causaba mucha tristeza.
Con el pasar de los años, y mientras más nos estábamos conociendo, me di cuenta que uno de sus mayores dolores tenía que ver con eso: la amistad. Ya que, por distintas causas de la vida nunca había tenido amigos de verdad, o más bien, nunca había sentido eso de querer tanto a alguien como familia sin serlo, y eso es la amistad.
Yo siempre me sentí triste también por la situación, ya que pensaba "pero por qué le pasa eso, si es tan buen amigo, tan buena persona, por qué no tiene la fortuna que tengo yo de tener buenos amigos". La situación siempre era triste, cada cierto tiempo el dolor de él afloraba y me decía, a veces hasta las lagrimas: no tengo amigos. Ante lo cual, yo me lamentaba también, hasta me daba rabia. Pero había algo que me tranquilizaba, y era que yo si era su amiga, y pese a todo, por mi parte siempre estaría para él, porque así al menos entendía yo la amistad, y el amor en este caso. Además, le entregue la amistad de mis amigas, que ahora entiendo, es una de las cosas más valiosas que tengo.
Las hice sus amigas, a cada reunión con ellas lo invitaba porque quería que conociera lo maravillosas que eran. Lo anterior, obviamente dio frutos porque al final todo terminó en (lo que yo creía) una linda amistad entre todos.
Sin embargo, al final, entendí todo. Y es una lata que uno nunca termina de conocer a las personas (aunque suene cliché, es la pura verdad), y pese a que nuestra amistad duró muchos años, me di cuenta del error que cometí.
No era buen amigo.
Y me dolió, me dolió porque yo sentía su dolor, me dolió porque yo encontraba injusta la situación, y si hay algo que no soporto son las injusticias.
Pero, la vida se encargó de demostrarme lo contrario: no tenía amigos porque no era buen amigo. Si yo que fui su única amiga por años salí lastimada hasta desgarrarme de dolor, no le desearía a nadie su amistad.
Y eso, cuiden a sus amigos. No crean que todos son malos, hay de todo en esta vida.