Ayer acabó agosto y por lo tanto el mes de mi cumpleaños. En mis 23 años nunca había celebrado tanto, pero este año podríamos decir que celebré casi todo el mes, hasta ayer.
Ahora lo único que quiero es descansar y seguir disfrutando, hacer la tesis, ir a la U, estar con mis amigas y seguir llenándome por dentro.
Sin embargo, sabía que el comienzo de septiembre me traería algo de melancolía. No sé, me siento como en semana santa, cuando la gente católica hace una especie de vía crusis, yo el año pasado en septiembre estuve igual: en mi propio vía crusis. No es que me esté comparando con Jesús, quien por lo demás lo encuentro espectacular porque mis profes dicen que fue el primer revolucionario de la historia, pero me parece interesante esa forma que tienen de ir recreando el proceso de su muerte.
Bueno, yo, a través de mis historias de instagram puedo ir viendo de a poquito cómo me fuí muriendo en septiembre del año pasado.
En realidad, no creo que aquello sea tan malo.
Lo bacan de todo esto es que ahora me siento distinta, siento que todo sirve y nada se pierde, todo se transforma. Y así me pasó, no me perdí, me transformé.
Aunque no sé si tanto.
Una de las cosas más tristes que me pasó ayer fue que se me acabó mi libretita. Y ya no puedo escribir más en ella, lo que igual lo encuentro bueno porque ya estaba sobreexplotada de un tema y ahora tengo muchas cosas nuevas que escribir. Estaba un poco aburrida de releer lo mismo.
Pero, lo que más me llamó la atención de ella es que la primera vez que escribí ahí fue el 1 de septiembre de 2018, y dice una parte algo así "tengo prueba el lunes de tributario, tengo miedo; pero nada me asusta más que perderte, y creo que ya lo hice hace unas semanas". Por eso, siento que debo botarla ya.
Con todo, hoy sólo puedo pensar en lo bonito que ha sido este año, en lo hermoso que fue mi cumpleaños y todas las personas que me acompañaron, en lo bien que me sentí (como nunca antes), en lo feliz que fuí mirando a todos mis amigos cantándome, grabándome, gritando que me tome un vaso al seco, y todas aquellas cosas que hace un año no hubieran sucedido. Y como siempre, llegue a mi casa y ahí estaban: mi amada familia. Mi mamá compró muchas cositas ricas, comimos, nos reímos, hasta comimos completos. Tengo buena memoria, y podría decir que este fue uno de los mejores cumpleaños que he pasado, no me faltó nada: estuve completa.
Y ahora viene septiembre, otra vez. Hace unos años era mi mes favorito.
Me gusta celebrar, me gusta cantar, me gusta estar en mi casa con mi familia, me gusta salir a fondas con mis amigas, y por sobre todo me gusta que me pegue el sol. Pese a que odio el calor, en septiembre es bacan, es bonito.
Y eso, que siga esta vida, que no me falte nada, y como dice la Rocío: que estar soltera nunca deje de estar de moda.