Cuando te conocí tenía miedo porque eras alguien de quien me podía enamorar, y eso no era lo que estaba buscando, al menos no todavía ni con el corazón aún un poco roto.
Pero me contaste y me hiciste soñar en que las cosas podían ser mejores y bonitas. En que se podía derretir esa convicción de que sola es mejor. Y te creí, y no me equivoqué.
Te empece a pensar y a soñar, a veces, a ratos y siempre. No me quería convencer, yo no estaba para esto. Pero me veía ahí, buscándote y queriendo estar contigo, hasta de lejos.
Gracias por no rendirte, por la espera un poco tormentosa que entregue, pero que no tenía más que miedos.
Y, ahora algo sobre ti.
Te preocupa el mundo, la vida, la gente y yo. Pese a todo lo que has tenido que soportar, nunca pensaría que alguien con tantos dolores podría sonreír aún, y sonreír por mi.
Te admiro, me gusta que me preguntes mi opinión, me gustan tus caricias, me gusta marchar contigo, me gusta tu contención, me gusta cómo me miras, me gustan tus ojos, me gusta tu risa, me gusta tu boca, me gusta que me cuentes lo qué haces, estaría todo el día diciendo palabras después de cada coma.
Me gusta y emociona que ayudes, que seas profesor y que quieras mejorar el mundo, hacerlo más perfecto, más alto y profundo. Ahora simetría es real.
Me gusta soñarte, pero más me gusta mirarte porque sé que eres real.
Te quiero cerca siempre.
Quiero amarte siempre.
Y quiero mirarte siempre.