sábado, 3 de diciembre de 2022

Cuando el pecho enronquece de dolor

Cada semana en la terapia, mi psicóloga me pregunta ¿qué has hecho para estar mejor? Y yo le cuento, luego siempre me felicita y me dice “se nota que quieres estar mejor”, a mi me dan ganas de decirle cierto que se nota? ojalá algún día funcione. Ella a veces me cuenta que tiene pacientes que esperan que ella les diga qué hacer, pero yo siempre tengo buenas ideas y ganas. Me encantaría que algún día mis buenas ideas me ayuden a mi misma.

Me acuerdo cuando iba en la universidad y teníamos pruebas orales, siempre había una materia que no alcanzaba a estudiar, y obvio: siempre me salía esa pregunta. Con mis compañeros bromeábamos que yo tenía mala suerte y luego antes de las pruebas decían “obvio que a la jo le saldrá la más difícil” u así era siempre. Yo no entiendo cómo no recordé eso cuando decidí arruinar mi relación, cómo no pude recordar que yo no tenía suerte y que me pasaría lo mismo y peor, obviamente así fue. Y hasta el día de hoy estoy pagando lo que hice. 

Cuando terminé mi primera relación, estuve más o menos dos meses preguntándome ¿por qué a mi? y nunca tuve ninguna respuesta, más que porque si. Me canse de preguntármelo y hasta hoy no sé por qué.

Hoy, tengo clarito por qué a mi. 

He estado despierta 12 horas, no me creerías que he estado las 12 horas pensando y recordando. En principio recordé por qué no podemos estar juntos, todo lo malo: mis errores, tus errores, el dolor, las mentiras, el llanto imparable, las noches de desvelo y ese maldito dolor en el pecho. Pero, entremedio apareció un recuerdo: era pandemia y tu estabas trabajando, las opciones de hacer cosas eran pocas, pero se nos ocurrió que yo fuera a la hora que salías (tipo 12:00) a buscarte, y ahí veíamos qué hacíamos. Llegue y tuve que esperar, estuve estuchando y mirando a la gente que esperaba afuera de ese feo lugar. Saliste y como siempre nos sonreímos al vernos (no sé en qué momento dejamos de hacer y sentir eso, qué podridos estuvimos después), y yo te dije “quiero comer empanada de pino”, obviamente me dijiste vamos! Fuimos a comprar y dijimos “dos empanadas de pino con dos Coca Cola” y obviamente no podíamos comer ahí. Salimos y nos sentamos abajo de un árbol, dejamos las bicis y ahí estuvimos bajo un árbol comiendo y conversando. Que bonito era estar bajo un árbol contigo. Podríamos haber estado en silencio absoluto, comiendo nada, y aún así hubiera sido bonito. 

No recordé lo anterior porque si, es porque solamente necesitaba calmar esa tormenta horrible que viene a veces de dolor, y la anestesia siempre es recordar lo lindo del amor. 

Luego de eso, quizás, me dolió mucho más perderte. 

Pero siempre duele habernos perdido. Y siempre duele por eso, porque no pudimos salvarnos. Al escribir esto me sigue doliendo el pecho, pero esa es la consecuencia de amar así, y de equivocarse así.

Quiero salir corriendo, estoy atrapada en este sentimiento y en mi misma. Pero ya no se que hacer, solamente sentirlo y apretar los puños y resistir, como siempre. Me recuerda a mi yo de 6-7 años, y cerraba los ojos muy apretados pensando que así ya no pasaría nada malo o quizás olvidaría todo. Saben cuantas veces he cerrado los ojos para que esto pase? Al menos, para mi yo de niña, funcionaba, pero ya no.

Sueño que salgo corriendo y que nadie me atrapa, sueño que me caigo a vacíos y no hay final, sueño que te tengo y que no pasó nada. 


martes, 26 de julio de 2022

Parque de diversiones

 Nunca me han gustado mucho las montañas rusas. De hecho, odio fantasilandia porque esa sensación de ir bajando me aterra. 

Estas semanas, he estado en una constante montaña rusa y, para mal mío: no me puedo bajar o no sé cómo bajarme. Es como si tuviera 5 años y creí que era entretenido subir, pero cuando ya estaba arriba me dí cuenta de lo terrible que es mirar hacia abajo y no saber cuándo el chico que maneja los juegos soltará la palanca "pfffff" hacia abajo con los ojos cerrados y esperando llegar luego abajo.

Así estoy.

Como sabrán, siempre que recurro aquí no estoy bien. Y que pena no poder jamás escribir cuando estoy feliz, pero creo que es mejor porque prefiero luego cuando estoy bien, revisar estas líneas. No les niego que luego, se me aprieta el pecho y la garganta, no sé cómo explicarles esa sensación, quizás la han sentido, pero esa sensación de la garganta a veces me impide hasta comer, es como si se me cerrara. Evidentemente, no tengo ninguna evidencia científica, pero por ahora con mi relato basta.

Hoy, sigo aquí. En esta montaña rusa de emociones, de pena, de dudas, de incertidumbre. Posiblemente, los peores sentimientos que puedo tener en mi mente tan estructurada. 

Si algún día acaba este estado, ojalá poder escribirlo, pero por ahora mi garganta, mi pecho y mi corazón están absolutamente tensos.